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martes, 7 de febrero de 2012

Quietud, meditación, sentir y agradecer

Tus guías sufrimos por verte así. Eres una reina del Universo que ha perdido la conciencia y debes darte la oportunidad de atreverte a dar un paso más pero para ello debes tener la paciencia y la confianza de saber esperar y de seguir dando paso a la vida. Encontrar tu punto de paz y de anclaje en el ahora te ayudaría enormemente pero para ello debes disciplinar y dominar tus emociones. Hay tristeza en tu interior, debes aceptarla como parte del proceso y sacarla con dulzura. Desgraciadamente, en La Tierra a veces las lecciones vienen acompañadas de lágrimas, dudas o inseguridad. Pero hay que aprender a experimentar y sentir los extremos de la balanza y abrirse al poder de una mente neutral que nos enseñe a mirar al dolor a los ojos sin dejar que nos absorba y nos engulla hacia las profundidades de lo negativo y lo oscuro.

La desesperación y la incertidumbre son armas que pueden convertirse en aliadas de la impaciencia y doblegarnos en dar la espalda a los procesos necesarios para evolucionar, pulir nuestras debilidades y alimentar nuestra espiritualidad. El juicio nos arrastra hacia el pasado, el presente o el futuro, frecuentemente, para concentrarnos en lo que no gusta y maldecir la vida.

Procurar ser suaves con las palabras es un primer paso para no darle tanta cancha a la mente crítica.

Sentir y agradecer son las herramientas que nos conectan con el ahora. El agradecimiento te adentra en la belleza de tu ser. Respecto a sentir, puedes sentir la ropa en tu cuerpo, sentir la brisa, el frío, cada paso que damos, escuchar atentamente y conscientemente el sonido de la respiración, pararnos a sentir el tacto de lo que tocamos, nos invita a sentir la vida sin tantas prisas ni exigencias. Detenerse en el camino para tomar de la mano a la quietud interior que clarificará nuestras decisiones, es un paso propio de sabios. Nunca se sabe cuánto tardaremos en alinearnos con nuestra paz de espíritu pero aceptar que no siempre sabemos, con la confianza de que sabremos, cuando llegue el momento, es apostar por la confianza, la seguridad y el discernimiento, el cual ejecutaremos desde la calma con la seguridad de un sabio que habla poco pero que ha aprendido a manejarse con la vida, a escucharse a sí mismo y a reconocer y vivir su verdad. No hacer nada puede ser el paso previo a sacar lo mejor de nosotros. Así es la paradoja de la vida. Esperar con desapego.

Espera a que la luz aflore, comprometiéndote a adquirir un estado mental de tanta paz que haga reír al ego. Al ego debemos verlo como un maestro burlón del que podemos reírnos en silencio pero invitándolo a que forme parte del presente, del instante, único momento en el que vamos a mirarlo, eso sí, adiestrándolo a través del adiestramiento de nuestros pensamientos para que no se mueva tanto, ni quiera buscar tanto fuera ni se inquiete, sino más bien que aprenda a dejarse llevar, a fluir, a ser y a dejar ser. No le hace falta moverse tanto pues las cosas son por sí mismas y vienen por sí mismas y forzar o aferrarse a las cosas nos aparta de la esencia verdadera, de lo genuino, de la magia que se manifiesta por sí misma y que no necesita para ser de una respuesta externa, de una actitud o de un comentario, sino que vive por sí misma y crea circunstancias, personas y experiencias en las que manifestarse y reflejarse en el ser que somos. En cada una de estas experiencias está imprimida nuestra luz y nuestro sosiego.

No forzar, desapegarse, dejar de esperar o de condicionar, aceptar la incertidumbre, no desesperar, sino aceptar el curso de las cosas, de los procesos y de los acontecimientos, hará que el ser vaya haciéndose espacio y el ego se vaya remilgando, arrinconando o colaborando.

Conciliarse con uno mismo y perdonarnos y perdonar a los demás, aunque sólo sea, interiormente y experimentar un sentimiento de descarga por del daño sufrido, sintiéndonos libres ahora por lo que fue o lo que pudo pasar es un pasaje a la libertad de ser.

Permítete ser.

El ser atrae por sí mismo a lo necesario para florecer pero no tiene prisas porque crece en el momento adecuado, después de haber depositado con paciencia su semilla en nosotros para expresarse completamente cuando le corresponda. Enfadarnos con el ahora, es contrario a la aceptación, a decir sí a las circunstancias del instante (aunque no me gusten). De hecho, la aceptación no tiene que ver con sí o no, sino con mirar a lo que es tal como es, sin juicios. Es el ego el que reviste cada momento enjuiciándolo anclado en el enfado, en el miedo o en la falta de control. Pero controlar nos aleja del ahora, soltarlo y aventurarse a dejar que se manifieste según le plazca puede llegar a sorprendernos. Si las oportunidades se presentan (especialmente cuando no hemos ido a buscarlas), debemos aprovecharlas. En lo inesperado, radica una magia que supera a la de las hadas.

La meditación puede ayudarte a no dejarte condicionar por lo que no te conviene ni te nutre, a extraer lo positivo, a elevar tu vibración, a clarificar tu mente, a discernir y a saber reconocer palabras sabias o necias, a fundirte con la armonía del ser y a mantenerla como un estado natural en ti que te dará la fuerza para seguir a pesar de todo -esa fortaleza y ese coraje que sólo poseen los valientes y los líderes-, a redescubrir tu luz y a llevar a cabo tu misión aquí y ahora en toda su amplitud y grandeza.

Toma tu cetro, reina, y tómalo desde la serenidad del corazón. En el paso del tiempo está la llave de acceso al reino en el que habrás aprendido a usar adecuadamente tu cetro: el reino del aquí y del ahora.

Para N

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