Dearraigada, desasida, desapegada, desprendida de todo lo adquirido y ejecutado durante años, te acercas al vacío del mí, a su desprendimiento, a esa vacuidad divina que todo lo conforma. Esa dimensión te trae tu legado y al grado de máxima comprensión.
Fluyes con tu luz y disuelta en ella, te alzas liviana, prístima y cristalina hacia la belleza creadora. Siempre fuiste así. Desbrozando, descartando y desmigando sin pretenderlo, aceptando el instante has abierto la llave de tu conocimiento y has encontrado tu morada medieval, tu castillo interior donde tu magia impera y ondea en el mástil de la torre.
El vapor de agua del lago te brinda esa caricia cálida que fluye ahora por tu piel de niña y en cuya ligereza te desenvuelves como en casa. En ese lago reposa la sabiduría ancestral que antaño albergabas; en las profundidades más recónditas alcanzarás esa muestra divina de la existencia más allá de lo que ahora conoces. Puedes llegar allí en meditación, explorando tu vacío, sin esperar nada, sólo permanecer en un estado libre por sí mismo donde toda identidad se ha disuelto.
Regenerada y renacida, regresas al ahora con los pies en la tierra embravecida que ahora permanece mansa junto a ti como una fiera domada que te guarda fidelidad, afecto y respeto.
Sientes la unidad con todo lo que te rodea y lloras de felicidad al experimentar ese milagro que ha permitido que se cayeran o se desprendieran las capas falsas que adornaban a tu yo. Sí, ahora eres la autenticidad personificada y todo lo que te ha llevado a elevarte en tu luz, a ser la niña de la luz naciente con alas de hada, corazón de elfo y alma gnómica.
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