Cada estrella que alumbra el cielo y destella rayos de luz envía desde el espacio, desde la ventana del mundo, una luz celestial a miles de años luz que contribuye a cambiar nuestro campo de energía, elevando su vibración y tornándolo resplandeciente.
La noche posee un encanto divino y misterioso que es posible incorporar a los ejercicios de meditación para trascender la oscuridad y disponer de una visión clara, diáfana, cristalina como el agua de los lagos donde se bañan las ninfas.
El tercer ojo es el ojo de las hadas, el ojo de la clarividencia y la mediumnidad, el ojo que nos enlaza con las raíces del alma y nos conecta con otras encarnaciones. El tercer ojo nos hace conscientes del campo energético del cuerpo, la luz interior y nos arraiga con el poder del propósito personal.
Tu tercer ojo te lleva a estas tierras lejanas, llenas de historia de civilizaciones sabia y antiguas y de símbolos indescifrables para muchos pero comprensibles para ti. Integrante ahora de una civilización de intenciones nobles, absorbes su saber y te sientes como en casa, como si hubieras recuperado algo que perdiste desde hacía tanto que ni recuerdas. Adolecías de un pasado que te confundió pero desde ahora tu nueva visión de los acontecimientos da un vuelco a tu vida y te eleva con tus alas de hada a otros reinos. Recibes su conocimiento con agradecimiento y neutralidad desde tu mente equilibrada y ecuánime y desde tu cuerpo limpio, puro, sano. Tu luz interior hace resplandecer tu mirada, tu rostro, tus manos de una forma especial que algunos captan y que provoca que te reconozcan como uno de los suyos y te integres entre ellos como una más. Desde el principio has encajado mágicamente con todo lo que pertenece a este bello lugar. Aquí has tomado posesión de tu cetro tras haber reclamado la posición jerárquica que te correspondía por el mero hecho de ser.
Los cristales de las ventanas reflejan tu rostro a la vez que el cielo también se refleja sobre ellos. Constituye una hermosa imagen en la te que sientes como en el cielo, flotando entre nubes y siendo custodiada por ángeles. Ellos te susurran sus mensajes y te revelan tus orígenes, te cuentas sobre los secretos del Universo para que pongas en marcha nuevos proyectos para consolidar tu misión en La Tierra, retomar tu lugar y retornar a tu reino.
Los elfos pestañean como señal de aprobación de tu nuevo destino, ése que experimentas con alegría y desenfado. Espontanea y libre, te sientes como una chiquilla que descubrió el amor tras ser besada por sus amigos gnomos y duendes.
La vida adquiere para ti esa faceta humilde y divertida que radica en el corazón de los niños, a esos a quienes les encanta jugar, libres de ser y de expresarse acompañados por un mundo adulto atento a ellos, que los escucha y les permite ser y fluir desde chiquitines. Tú estás a cargo de ellos y aunque nunca hubieras dicho que hubieras acabado así, lo cierto, es que eres feliz con ellos pues te completan y te ayudan a recordar, a confiar en ti misma y a ostentar tus privilegios de nacimiento. Los encuentras inteligentes y fascinantes y el trato con ellos te resulta encantador. Ellos te llenan. La luz fluye en tu interior y abriendo la brújula que ellos te han regalado, das gracias por todo lo que te orientó hasta aquí.
Respiras este mundo de espiritualidad, fantasía, elevación, colores y belleza. Juegas y bailas con cada segundo de vida que fluye por tus venas y aprendes a volar con las alas de hada de tu primera encarnación. Agitas tu varita mágica y les susurras a los niños todo lo que te soplan las hadas. Es vuestro secreto.
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