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jueves, 5 de septiembre de 2013

Canalización de los guías

Soy tu guía hindú.

En meditación existen técnicas de adentramiento e instrospección de habla o contemplación del ser. Éste se halla vinculado a la expresión más genuina de nosotros, la primigenia, aquella que redescubrimos y recordamos en cada encarnación. 

Tu esencia surge de la naturaleza despreocupada, libre y ligera propia de la luz de las hadas.
Despreocupación está reñida con la deshonestidad o la falta de compromiso con la integridad.
 
Hoy quiero hablarte ded verdadero sentido de la palabra ayudar. 

La verdadera ayuda es aquella que se da sin perjudicar ni perjudicarse y se olvida pues el corazón no entiende de condiciones ni intereses. Una ayuda no es sólo hacer de vínculo, enlace o contacto sino implicarse en él, sin está en manos de uno,  con las gestiones necesarias sin interferir para construir el puente que dará lugar al siguiente paso, nos corresponda éste a nosotros o no. 

Hacer de mero contacto no es ayudar sino facilitar, contribuir, impulsar. En cambio, contactar y hacer lo que en nuestra mano está para allanar el camino a alguien y que ese contacto fructifique en un resultado concreto, en una sonrisa o sonrisas ajenas ya empieza a acercarse a una clase de ayuda verdadera. De esta forma, un contactador puede quedarse simplemente en un simple elemento de enlace o eslabón o bien si lleva a cabo más pasos puede contribuir a resolver o a mostrar el camino a alguien, ofreciéndole las herramientas necesarias para su crecimiento o indicándole el siguiente paso a adoptar. 

Son muchos los que se creen que ayudan en un arranque inconsciente de soberbia o vanagloria que tú debes erradicar en tu hacer. Ayuda sin proclamarlo. Ayudar y señalar: ¡te he ayudado! no es de humildes sino de pretenciosos. Se trata, pus, de una ayuda viciada o interesada. Sin embargo, con la verdadera ayuda, tú no obtienes mucho para tu ego.

Cuando obtienes algo no se trata de ayuda sino de trueque, intercambio o de obtención de los medios de vida necesarios para llevar a cabo una actividad. A no ser que además del trueque o intercambio, hagas o des más de lo que te corresponda sin que lo lamentes. 

Cuando tu ayudas y afirmas que lo harás a cambio de ningún dinero entonces debes valorar si buscas alguna intención emocional, algún beneficio emocional egoico porque si éste existiera, entonces ya no se trata de ayuda verdadera. Sin embargo, la ayuda incondicional y sincera comporta una gratificación personal que hace crecer el ser. Es una sensación íntima que nos hace crecernos en nuestro espacio personal y que nos ancla en la libertad. Lo hemos hecho porque hemos querido, sin sentirnos obligados o condicionados a hacerlo. Esa es la verdadera respuesta al llamado del corazón, aquella que nos hace actuar desde nuestra espiritualidad. La Madre Teresa actuaba así y llega un momento en que más que actuar, eres siempre desde el corazón y simplemente tu alma va obedeciendo y cumpliendo paso a paso a más y más llamadas de ayuda verdadera. 

Pocos son los que ostentan el rango correspondiente a este rol y muchos los que no están en sintonía con él pues no toda ayuda es sincera o incondicional. Es fácil ceder a la tentación de satisfacer las pretensiones de nuestro ego, aunque no seamos conscientes de ello.
 
Te ha venido una pequeña lección porque has ayudado con cierto toque de salvadora y de ansias de protagonismo. Cuando recibas una ayuda no la utilices para ayudar tú después también, no sientas que le debes nada a nadie, que la has de retornar por obligación o cortesía sino simplemente sigue tu camino y si decides ayudar, hazlo cuando se presente la ocasión, sin forzar ni tratar de abastecer a demasiados. Aprende mesura, cautela, habla sólo lo necesario.

Puedes recibir el regalo de una ayuda y no sentirte obligada a devolverla. Saca la obligación de tu vida y haz las cosas porque pueden ayudarte a crecer pero no para limitarte o condicionarte. Cuando actuamos por obligación, nos limitamos.

Comparte de forma natural, no fuerces el compartir sino que fluye al ritmo pausado del compartir y saboréalo, detente a sentir cada paso, tal como haría un niño. Aprende y experimenta el soltar experiencias. Si cuando dibujas, te sientes suelta y ligera, fluyendo y creando con el instante, sigue así. 

Desde un estado laxo y desprendido, la maravilla va a llegar a ti. Sé natural  y no te dejes engatusar por un maquillaje que trata de hacer más atractivo el engaño o una falsa ilusión. Aprende a reconocer la verdad y a ser y a actuar como su legítima mensajera.

Si te viene una ayuda, tómala como un regalo. Disfrútala y suéltala... y si vuelve a ti, entonces quizás te corresponda difundirla... pues la luz llama a la luz...   

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