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jueves, 10 de julio de 2014

Canalización de las sirenas

Arráigate al ahora desde la profundidad de tu mar en calma y siéntelo como tu amigo más incondicional. Recuerda que el vasto territorio que se aposenta en tu interior es tan infinito como el Universo y se extiende poderoso y majestuoso en los confines de tu corazón. 

Acaricia ese espacio donde el canto del ruiseñor se funde con tu latido al unísono con el alma que todo lo abarca. Una persona iluminada se convierte en ese contenedor que todo lo contiene, la conciencia misma, inclusiva, amorosa, seidad en sí misma.

Desde el valle de las flores, desde el tiempo sin tiempo todo resplandece en el alma de esta conciencia, de esta unidad que lo abraza todo. El río de las emociones fluye sereno iluminado por un amanecer hermoso que hace sonreír a la Tierra. Esos rayos te rozan el alma y te conectan con las montañas rosadas, aquellas en los que tus guías permanecen. Están más cerca de lo que crees. Son tan elevadas que hasta podrían llegar a bailar con los mismísimos ángeles. 

Imagen registrada*
El vuelo del águila se confunde con el vuelo de los ángeles en esa región pura de hablar simpático donde se canturrea al amor y al desamor. La profundidad del valle impresiona al visitante y le lleva directo al ser. El valle irradia un perfume divino, muestra de que este lugar sagrado es velado por los ángeles. Aquí la fe se siente de adentro, la fe en uno mismo y en su capacidad de escribir su destino. El grado de energía es tan elevado que tomas consciencia de tu respiración por lo que tu ego se retira y se deja caer para diluirse en las aguas santas de estas montañas silenciosas, alejadas del tiempo y del espacio ordinariamente conocido como tal. Estas montañas resultan el portal de la iluminación para algunos de sus caminantes que las consideran como un santuario natural custodiado por deidades y el alma universal. 

La tierra se mece en un canto de sirenas y hadas, que, apostadas en posiciones clave, elevan la vibración de las aguas que bañan y nutren el lugar. La civilización no contamina estos parajes, respetados y cuidados por sus habitantes, amantes de la naturaleza y la tranquilidad. Ellos te consideraron de los suyos desde el primer instante y te acogieron con los brazos abiertos, respetando tu espacio y tu necesidad de encuentro interior. 

Rezas apostillada tras los abetos, mientras los copos de nieve caen serenos y se posan en suelo sacrosanto. La cruz de los cuatro elementos te rodea con amor y te protege. Te sientes confluir junto a la profundidad del ser con la del valle pues todo aquí te recuerda a algo tan lejano como familiar. 

Imagen registrada*

La fauna del lugar te recuerda a cuando eras niña y disfrutabas con los animalitos del Pirineo. El balar de las ovejas, el mugir de las vacas, el cacarear de las gallinas, el canto de la abubilla, el mirlo y el ruiseñor no pasan desapercibidos en este instante que consideras una bendición. Amas a los animales y algo especial te une a ellos y al alma de la Tierra. Amas el agua y las especies acuáticas, incluidas a tus adoradas sirenas. Aquí ellas custodian lagos y aguas subterráneas.

Autora texto e ilustración: María Jesús Verdú Sacases
Texto e ilustración inscritos en el Registro de la Propiedad Intelectual
Técnica ilustración: Pastel/Acuarela

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